Beethoven con el manuscrito de la Missa Solemnis en un retrato original de Joseph Karl Stieler hecho en 1819
(Bonn, Alemania, 16 de diciembre de 1770 - Viena, Austria, 26 de marzo de 1827)
Tan pronto como Haydn, durante un viaje casual a Bonn, leyó y aprobó sus trabajos, Beethoven emigró a Viena.
Instalado en la capital, el músico vivía gracias a los trabajos que componía y que iban destinados al
creciente consumo musical, consumo que se alimentaba de la naciente industria editorial y de los conciertos.
Posteriormente mantuvo relaciones de amistad con algunos grandes aristócratas del imperio, por quienes
fue acogido, sin ser empleado o, lo que es peor aún, servidor. Estos personajes se ocuparon de mantener a
Beethoven con suscripciones, pensiones e incluso con una auténtica renta vitalicia. Sin embargo, tan
consistentes ayudas no tenían los visos de un contrato de servidumbre. Al contrario, como en el caso de los
contratos editoriales se convirtieron en medio de subsistencia destinado a proteger la independencia del
artista y a colocarle en un plano de total igualdad, si no de superioridad, en relación con los mecenas.
Se puede afirmar pues, que Beethoven fue el primer músico alemán verdaderamente independiente, puesto
que estuvo en libertad de dedicarse a la composición de aquellas obras que él juzgaba necesarias.
Localización de Bonn dentro de Renania del Norte-Westfalia
Orígenes
De una familia de agricultores de la región de Lovaina, en Bélgica, se separó una rama de artesanos que se estableció en Malinas, al norte del país. De allí se trasladó a Bonn, en 1731, el primer Ludwig van Beethoven. Para redondear las rentas obtenidas como músico de corte estableció un comercio de vinos muy apreciado en la región del Rin.
La casa natal del músico según dibujo de 1889 realizado por Beissel
El abuelo de Ludwig, cuyo nombre de pila se pondría también al nieto, había sido bajo y maestro de capilla en la corte del electorado de Colonia, con asiento en Bonn. Tuvo tres hijos junto a su esposa María Josepha Poll:, María Bernarda Ludovica, Marcus Josephus y Johann, de los que solo sobrevivió este último que fue el padre
de Beethoven.
Beethoven veneraba a su abuelo, en 1801 escribió desde Viena a su amigo de la infancia, el médico Wegeler, que estaba en Bonn, para pedirle que le enviara cuanto antes el retrato de su abuelo pintado por Radoux, que conservó hasta su propia muerte.
Niñez y adolescencia
Johann fue tenor y mestro de música en la corte, pero sin llegar a poseer las cualidades de su padre, se caso
el 12 de noviembre de 1767, en Bonn, con la joven viuda (ya que ésta después de haber tenido un hijo que murió
en la infancia enviudó antes de cumplir los diecinueve años) María Magdalena Leym (de soltera Keverich).
El matrimonio no contó con la aprobación del padre del novio, Ludwig, quien consideraba a María Magdalena
de una clase social inferior a la de su hijo, cosa, además, que no era cierta. Por parte de la familia de ella la
actitud hacia el matrimonio era igualmente desfavorable.
El matrimonio se trasladó al n.º 515 de la Bonngasse, una calle de Bonn. Tuvieron siete hijos, el primero,
Ludwig María, falleció seis días después de ser bautizado; después nacería Ludwig, bautizado el 17 de diciembre
de 1770, también sobrevivieron Caspar Anton Carl, nacido en 1774, y Nikolaus Johann, nacido en 1776; Anna
María Franziska, 1779, vivió unos días; Franz Gerog, 1781, vivió siete meses y María Margaretha, 1786 vivió
alrededor de ocho meses.
Gracias al apoyo de Ludwig, sus hermanos, tanto Carl como Johann, se establecieron en Viena. Carl hizo estudios musicales pero se dedicó, con cierto éxito, a la carrera burocrática, trabajó como cajero de banco en la burocracia estatal hasta su muerte, en 1815. Él fue el padre de aquel Carl que Beethoven tomó bajo su tutela y que le causó graves disgustos. Johann, farmacéutico, se enriqueció gracias a suministrar medicamentos al ejército y compró una propiedad rural en Gneixendorf (Austria). Sería de allí de donde saldría Ludwig, después de una pelea, montado en un carro camino de Viena, viaje incómodo que fue la causa indirecta de su muerte, ocurrida en 1827.
Ludwig admiraba a su abuelo, maestro de capilla y persona más influyente en la vida musical de Bonn,
igualmente quería mucho a su madre. Por otro lado, su padre, al que en correspondencia de la época hay quien
le trata de cruel, deseaba que su hijo fuera un niño prodigio como Mozart, por lo que le enseño música desde muy temprana edad, el problema fueron las carencias afectivas en la niñez de Beethoven, su padre era alcohólico,
le trataba con violencia, eran numerosos los castigos como el de encerrarle en el sótano, le levantaba de
madrugada para que tocara delante de sus amigos, con lo que Beethoven no rendía en la escuela o directamente
faltaba a clase. Por los problemas con el alcohol Johann fue despedido del puesto de director de orquesta de
Bonn y, además, María Magdalena estaba frecuentemente enferma minada por la tuberculosis..
Tres generaciones de Beethoven ocuparon cargos en la capilla musical de los
príncipes electos y arzobispos de Colonia: Ludwig, el abuelo; Johann, el padre,
y el joven Ludwig. Los príncipes-arzobispos residían en Bonn, en el suntuoso palacio
reproducido en este grabado de Johann Ziegler.
Cuando tenía siete años, Beethoven realizó su primera actuación en público en Colonia. En 1779 llegó a Bonn,
como miembro integrante de una compañía de teatro, el músico y actor Tobías Pfeiffer, excelente oboista. El
padre de Ludwig, que consideraba que no tenía más capacidad para seguir enseñando a su hijo, pidió a Pfeiffer
que le ayudara en la educación musical del niño.
El musicólogo Roberto L. Pajares Alonso desmiente que lo que ocurrió fue que ambos se convirtieron en
compañeros de copas y, a menudo, después de estar bebiendo, regresaban a casa donde despertaban de mala
manera al chico al que hacían permanecer llorando delante del piano en compañía de Pfeiffer hasta la mañana.
Parece ser, como cuenta el profesor Pajares, que ni Johann bebía tanto como se dice, ni que acompañaba a
Pfeiffer en las rondas. En cuanto a los castigos que infligía a su hijo, puede decirse que «actuaba con severidad»,
pero nada más.
Durante un breve periodo de Tiempo, Ludwig, recibió clases de órgano, y también, quizás de composición, del
organista de la corte Gilles van den Eeden (h.1708-1782). A finales de la década de 1770 las clases de órgano se
las dieron el franciscano Willibald Koch y, Zenser, organista de la iglesia de Münster en Bonn. Se dice que
van den Eeden envió al niño a tocar en la misa mayor, y que el padre Hanzmann dispuso que éste ejecutase en la
misa matutina de las seis. Además de los teclados, Ludwig recibió clases de violín de un pariente suyo, Franz
Rovantini, y de Franz Anton Ries. Al poco tiempo aprendió corno con Nikolaus Simrock. Pronto todos estos
"maestros" se vieron superados por el alumno, por suerte, en octubre de 1779 llegó a Bonn el organista, director
de orquesta y compositor Christian Gottlob Neefe y fue designado sucesor de van den Eeden como organista de la corte el 15 de febrero de 1781. Desde ese año, o el anterior, Neefe fue profesor de composición de Beethoven, siendo el único maestro importante que tuvo hasta que salió
de Bonn en noviembre de 1792.
Christian Gottlob Neefe según un retrato de la época. Fue maestro
de piano, órgano y composición del joven Beethoven.
Neefe reconoció inmediatamente el genio del jovencito Beetoven, le enseñó, le animó y le ayudó. Le tomó
como ayudante y en junio de 1782 lo dejó temporalmente como titular del órgano de la corte, poco después
le asignó un puesto que lo obligaba a dirigir la orquesta desde el teclado. En una comunicación del 2 de marzo
de 1783, dirigida al Magazin der Musik de Cramer, se aprecia el interés que Neefe sentía por su pupilo.
«Louis van Beethoven [sic]... un niño de once años y un talento muy promisorio. Toca muy
hábilmente el clavecín y lo hace con fuerza, lee muy bien a primera vista y -para decirlo
de una vez- ejecuta principalmente El clavecín bien temperado de Sebastian Bach, qne Herr Neefe puso en sus manos. Quien conozca esta colección de preludios y fugas de
todas las claves -que bien podría denominarse el non plus ultra de nuestro arte- sabrá lo
que esto significa. En la medida en que sus obligaciones se lo permitieron, Herr Neefe
también lo ha instruido en el bajo cifrado. Ahora está enseñándole composición y para
alentarlo mandó imprimir en Mannheim nueve variaciones para pianoforte, compuestas
la ayuda que le permitirá avanzar. Sin duda se convertirá en un segundo Wolfgang
Amadeus Mozart si continúa como comenzó».
Puede observarse como Neefe atribuye a Beethoven en 1783 tan solo once años, los que ya había cumplido en 1781. Esto se debe al error que circulo durante bastante tiempo propiciado por el propio padre de Ludwig. La intención del padre de Beethoven era la de presentar a su hijo al mundo como un niño prodigio al estilo de Mozart. En efecto, Johann había disminuido la edad de su hijo en dos años cuando lo presentó en la corte para una audición, después lo llevó de gira como pianista a Holanda y a Colonia, continuando con el engaño. Años después, en su madurez, el propio Beethoven siguió porfiando convencido de que la fecha de su nacimiento era en 1772.
Por su parte, Beethoven, siempre apreció a Neefe, único al que consideraba como un profesor de su niñez.
Desde Viena le escribió en 1793:
«Le agradezco el consejo que muy a menudo usted me ofreció acerca de
los progresos que debo realizar en mi divino arte. Si alguna vez llego a ser un gran
hombre, usted también compartirá mi éxito.»
De entre las primeras obras de Beetoven producidas bajo la guía de Neefe pueden destacarse: en 1782, cuando
(obras sin número de opus) de acuerdo con la serie numérica de dichas obras en el catálogo de las
composiciones completas de Beethoven, por Kinsky y Halm]. De entre ese año y el siguiente son las tres
sonatas para piano Kurfuersten,WoO47 (1 y 2 - 3), dedicadas a su primer patrón, el arzobispo-príncipe elector de Colonia, Maximiliano Federico. De 1783 es su primera canción An einen Säugling "A un bebé", la mayor, WoO 4, y de 1785 son los tres Cuartetos para piano y cuerdas, WoO 36 (1 - 2 -3). Después de este año, en cuanto a composiciones, siguió un periodo prácticamente silencioso de cinco años.
El 15 de abril de 1784 murió Maximiliano Federico von Königsegg-Rothenfels, le sucedió en la cátedra arzobispal de Colonia con sede en Bonn el hijo de María Teresa de Austria, Maximiliano Francisco de Austria. El ilustrado nuevo soberano, gran amante de la música, reorganizó la capilla musical. Johann van Beethoven conservó su puesto de tenor, a pesar de haber perdido la voz, a Ludwig se le concedió el cargo de segundo organista de la corte, con unos emolumentos anuales de 150 florines.
Entre las primeras amistades de Beethoven, verdaderamente afectivas, se encuentra la de Franz Gerhard Wegeler, joven brillante y bien considerado en los ambientes de la pequeña nobleza, esta amistad les duró toda la vida. Wegeler introdujo a Beethoven en el seno de la familia de Helene von Breuning, viuda de un consejero de la corte, que tenía cuatro hijos: Christoph, Eleonore (por la que parece que Ludwig se sintió atraido), Stephan (otra amistad que siempre conservo Beethoven) y Lorenz. La misión de Ludwig, que tenía quince años, era la de dar clases a Eleonore, y al menor de los muchachos, Lorenz. En casa de los Breuning, Beethoven conoció a la joven condesa de Westerholt, Anna Maria Wilhelmine, más tarde, baronesa Wilhelmine von Beverförde-Werries, uno de sus primeros amores. El primero fue Johanna von Honrath (1770-1823), conocida en el mismo lugar que la anterior. Wegeler escribe sobre la juventud del compositor:
«Su primer amor y el de Stephan von Breuning fue Miss Jeanette d'Honrath de Colonia, Neumarkt Nro. 19. (residencia actual del constructor Sr. Biercher), que a menudo pasaba unas semanas en la familia von Breuning en Bonn. Era una rubia hermosa y animada, de una educación agradable y una actitud amistosa, que tenía mucha alegría en la música y una voz agradable...»
Helene von Breuning, sus hijos Eleonore, Christoph y lorenz, su hermano, el canónigo, Abraham, y su hijo Stephan, según una silueta de 1782.
Wegeler se dedicaría años después profesionalmente a la medicina en Viena y en Coblenza, y se casaría con Eleonore von Breuning. También Stephan, hermano de Eleonore, seguiría unido a Beethoven para todo el resto de su vida. El hijo de Stephan, Gerhard, estuvo presente, en calidad de buen amigo, durante los últimos días de la vida de Beethoven.
Retrato de la baronesa Maria Anna Von Westerholt. Al existir pocas fuentes, todavía no está claro si fue un romance juvenil o un verdadero amor de Beethoven.
La juventud
Se cree que el elector envió a Beethoven a Viena con el fin de que los vieneses pudiesen oír a un
prometedor pianista de Bonn. No se sabe con seguridad si llegó a encontrarse con Mozart, pudo haber
tocado para él, o incluso, recibir clases del maestro salzburgues. Al poco tiempo de encontrarse en la capital
austriaca, a principios de abril de 1787, Ludwig tuvo que regresar a Bonn por causa de la enfermedad de su madre
quien moriría de tuberculosis el 17 de junio de ese año (en noviembre moría su pequeña hermana, María
Margaretha), este echo junto al alcoholismo de su padre, al cual, además, este defecto le costaba el ingresar
en prisión, obligó a Beethoven a tener que hacerse cargo de sus hermanos, lo que conseguía dando clases de
piano y trabajando en una orquesta como violinista. No regresó de inmediato a Viena para continuar con su
cometido, después el elector diría a Haydn, el viaje a Viena fue un fracaso total y al regreso Beethoven
«sólo trajo deudas».
El papel que tuvo que asumir Beethoven como cabeza de familia puede observarse en la petición que, a
finales de 1789, realizó al elector, solicitando que retirara a su padre y le concediese a él parte del sueldo
de su progenitor. La petición de Beethoven ha desaparecido, pero se conoce el decreto del 20
de noviembre de 1789 que fue la respuesta:
«Su Alteza electoral concede graciosamente el ruego del peticionante y por lo tanto
prescinde totalmente de los servicios de su padre, que ha de retirarse a una aldea del
electorado; se ordena graciosamente que en concordancia con su deseo se le paguen
sólo 100 rthr (Rheinthalers) del sueldo anual que tenía hasta aquí, a partir del próximo año
nuevo y que los restantes 100 thlr (táleros) se paguen al hijo solicitante, además del
sueldo que ahora obtiene y de las tres medidas de grano destinadas al apoyo de sus
hermanos».
Sin embargo, ante el ruego de Johann, Beethoven no hizo que fuese efectivo el documento.
«mi padre me rogó insistentemente que no lo hiciera, no fuese que se
lo considerase públicamente incapaz de sostener a su familia con su propio esfuerzo.
Agregó que él mismo me pagaría los 25 Rheinthalers todos los trimestres; y lo hizo
siempre puntualmente»
Su padre moría el 18 de diciembre de 1792. Entonces Beetoven escribía, de nuevo al elector, una nota que es
el único registro que se conserva sobre la reacción del músico ante la muerte de su padre.
«MUY DIGNO Y EXCELENTE ELECTOR:
¡MUY GRACIOSO SEÑOR!
Hace pocos años Su Excelencia Electoral tuvo el bien de jubilar a mi padre, el tenor de
corte Johann van Beethoven, y con un decreto muy gracioso me permitió recibir de su
salario 100 Reichsthalers, que me permitieron vestir, alimentar y educar a mis dos
hermanos menores, y también pagar las deudas en que nuestro padre había incurrido...
Después de su muerte, que sobrevino en diciembre del año pasado, quise aprovechar
vuestro muy precioso favor presentando el muy gracioso decreto ya mencionado. Pero
comprobé horrorizado que él lo había destruido.
De ahí que, con la más sumisa reverencia, ruego a Su Excelencia que ratifique
graciosamente este decreto y también que instruya al Landrentmeisterei de Su Excelencia
me envíe la suma trimestral indicada que venció a comienzos de febrero.
El muy humilde y fiel y obediente
LUDWIG VAN BEETHOVEN
organista de corte de Su Excelencia Electoral».
Ese mismo año, en noviembre, había regresado a Viena donde permanecería el resto de su vida, en la capital
austriaca recibió clases, entre otros, de Joseph Haydn y de Antonio Salieri, quien le enseño composición dramática y vocal.
Durante un tiempo, a partir de 1789, Beethoven asistió a la universidad, había obtenido este rango la academia de Bonn el 9 de agosto de 1785. No se sabe que cursos realizó ni cuanto tiempo dedico el músico a esta actividad.
Poco antes de la muerte de su padre, en julio de 1792 tuvo lugar el encuentro con Haydn. El compositor, que en aquel entonces ya contaba sesenta años, residió por poco tiempo en Bonn. Allí pudo escuchar la Cantata a la muerte de emperador Jose II. Haydn apreció la obra y animó al joven autor, al que aconsejó que se estableciera en la capital. Bonn, donde residía la corte del elector de Colonia, debía fidelidad a Viena, sede del Sacro Imperio Romano Germánico. El influyente conde Fernando Ernesto von Waldstein, amigo y protector de Beethoven, como favorito y consejero logró obtener del príncipe elector, en beneficio de aquél, una nueva «licencia con asignación». A principios de noviembre de 1792, el día 2 ó 3, Beethoven partió definitivamente de Bonn. Waldstein escribió «Beethoven va a Viena para recibir el espíritu de Mozart de manos de Haydn». Tan pronto como llegó a Viena, que fue durante la segunda semana de noviembre de 1792, el joven compositor se preocupó de proseguir sus estudios de perfeccionamiento, confiándose durante todo el año 1793 a la posibilidad de aprender de Joseph Haydn. Sin embargo, parece ser que el viejo maestro le presto escasa atención, aunque le enseñó más de lo que nunca su discípulo quiso reconocer. Haydn sabía que Beethoven estaba predestinado a superarle, sin embargo, en aquel momento deseaba el reconocimiento de su alumno, es por ello por lo que pidió a éste que publicara en las portadas de sus primeras obras que era «alumno de Haydn», Beethoven, que además creía que el maestro le envidiaba, se negó rotundamente. Cuando su secretario y amigo, el compositor que había sido alumno suyo, Ferdinand Ries, le pregunto sobre este asunto, Beethoven contesto: «jamás he aprendido nada de Haydn». Después del regreso a Londres de Haydn en enero de 1794, Beethoven se confió a Johann Georg Albrechtsberger, experto contrapuntista, y esporádicamente, a Antonio Salieri.
Carta de Haydn al elector Maximiliano Francisco
MUY REVERENDO ARZOBISPO Y ELECTOR:
Me tomo la libertad de enviar a Vuestra Reverencia, con absoluta humildad, algunas
piezas de música -un quinteto, una «Parthie» para ocho voces, un concierto para oboe,
un conjunto de variaciones para piano y una fuga- compuestas por mi querido alumno
Beethoven que tan graciosamente me fue confiado. Me ufano pensando que serán
graciosamente aceptadas por Vuestra Reverencia, como prueba de su diligencia que
sobrepasa el límite de sus propios estudios. Sobre la base de estas piezas, tanto los
expertos como los aficionados tienen que reconocer que con el tiempo Beethoven se
convertirá en uno de los principales artistas musicales de Europa, y yo me sentiré
orgulloso de afirmar que soy su maestro. Sólo deseo que permanezca conmigo todavía
un tiempo.
Mientras estoy en el tema de Beethoven, permita Vuestra Reverencia que yo diga
algunas palabras acerca de sus asuntos financieros. Durante el último año se le
asignaron cien ducados. Estoy seguro de que Vuestra Reverencia comprenderá que esta
suma era insuficiente aunque sólo fuese para solventar los gastos más indispensables.
Sea como fuere, Vuestra Reverencia quizá tuvo motivos justificados para enviarlo al gran
mundo con una suma tan reducida. Sobre esta base, y con el fin de impedir que cayese
en manos de usureros, por una parte le he salido como garantía y por otra le adelanté
efectivo, de todo lo cual me debe 500 florines, y de esa suma ni un solo kreutzer ha sido
gastado sin necesidad. Ahora solicito que se le pague esta suma. Y como trabajar
utilizando dinero prestado aumenta el interés y, lo que es más, parece muy agobiador
para un artista como Beethoven, pensé que si Vuestra Reverencia le asigna 1000 florines
el año próximo, Vuestra Reverencia estará demostrándole el más elevado favor y al
mismo tiempo lo liberará del sentimiento de ansiedad. En vista de los maestros que le son
absolutamente indispensables y de los gastos que no puede evitar si pretende que se lo
admita en algunas de las residencias locales, debe considerarse que el mínimo absoluto
que necesita se acerca a los 1000 florines. Con respecto a la extravagancia que cabe
temer en un joven que sale al gran mundo, creo que puedo tranquilizar a Vuestra
Reverencia. Pues en centenares de situaciones siempre comprobé que está dispuesto,
por propia iniciativa, a sacrificarlo todo a su arte. Ello es admirable sobre todo en vista de
las muchas oportunidades de tentación, y ello debe infundir en Vuestra Reverencia la
seguridad de que su graciosa bondad hacia Beethoven no redundará en beneficio de los
usureros. Con la esperanza de que Vuestra Reverencia acepte graciosamente esta
solicitud en beneficio de mi querido alumno me declaro, en el más profundo respeto, el
más humilde y obediente servidor de Vuestra Reverencia.
Joseph Haydn.
Kapellmeister del príncipe
Nicholas Esterházy.
Viena, 23 de noviembre de 1793
Beethoven había engañado a su maestro simulando hacer pasar obras compuestas en Bonn por obras nuevas de Viena y en el monto de su salario. Haydn quedo enterado de la verdad al recibir la "decepcionante" respuesta a su carta.
Recibí con su carta la música del joven Beethoven que usted me envió. Pero como, con
excepción de la fuga, estas piezas fueron compuestas y ejecutadas aquí, en Bonn, antes
que iniciara su segundo viaje a Viena, no puedo considerarlas como expresiones del
progreso realizado en esa ciudad.
Con respecto a la asignación que se le ha otorgado para subsistir en Viena en efecto se
eleva a sólo 500 florines. Pero además de estos 500 florines se le ha pagado
constantemente el sueldo que aquí tenía, de 400 florines; recibió 900 florines por todo el
año. Por consiguiente no alcanzo a comprender por qué, como usted dice, sus finanzas
sufren tales retrasos.
Por consiguiente, me pregunto si no sería mejor que regresara aquí para reanudar su
trabajo. Pues dudo mucho de que haya realizado progresos muy importantes en
composición y en el desarrollo de su gusto musical durante la actual estada y me temo
que, como en el caso de su primer viaje a Viena, al regreso sólo traerá deudas.
Después de la muerte de Haydn, acaecida en 1809, Beethoven reverenció al viejo maestro, y lo consideró igual a Händel, Bach, Gluck y Mozart.
El genio
Hacia 1770 surge en Alemania un movimiento cultural revolucionario, el Sturm und Drang "Tempestad e Impetu", que abarcó desde 1767 hasta 1785. Fue un movimiento, sobre todo, literario, pero no dejó de influir en las demás artes, entre ellas, la música. Sus principales reivindicaciones eran apreciar y potenciar el valor de la naturaleza y explotar el sentimiento y la libertad (tanto artística como política). La figura de genio se proclamo en contraposición a la razón ilustrada, más cercana a las matemáticas y a las ciencias naturales modernas.
En 1794, las tropas revolucionarias francesas obligaron a Maximiliano Francisco a abandonar Bonn. Beethoven se quedó sin sueldo y se vio obligado a contar tan solo con sus propios recursos desde el punto de vista financiero.
Introducido por el conde Waldstein en los salones de las familias nobles, había conquistado, a partir de los primeros meses de su estancia en Viena, una fama y estima considerables, especialmente por sus interpretaciones al piano y sus extraordinarias dotes como improvisador. Los nobles acogieron generosamente al joven músico. Gracias a ellos, Beethoven pudo llevar una vida holgada e incluso ser propietario de un caballo de silla, regalo del conde Juan von Browne. Los príncipes Lichnowsky fueron unos mecenas generosos que albergaron a Beethoven en su palacio, la princesa puso todo su empeño en enseñar al músico las convecciones y los modales necesarios para ser aceptado en los grandes salones. Los caprichos del carácter tosco de Beethoven y sus gestos de intolerancia, inicialmente, no alteraron las relaciones con la ceremoniosa buena sociedad vienesa, que los juzgo como inequívocos signos de genio.
Los príncipes Lichnowsky no solo fueron para Beethoven unos mecenas muy generosos, sino unos amigos sinceros. La esposa, la princesa Christiane, que aparece arriba en un grabado de Carl Pfeiffer, era una de las mejores pianistas de la nobleza vienesa. Puso todo su empeño en enseñar al músico las convenciones y los modales necesarios para ser aceptado en los grandes salones.
Durante la década de 1790, con Muzio Clementi y Johann Baptist Cramer instalados en Londres, Beethoven era el pianista dominante en Viena, aunque no le faltaban rivales para disputarle la supremacía. A veces, estos instrumentistas, llegaban a enfrentarse entre si formando verdaderos y reñidos duelos. Los nobles tomaban parte, en ocasiones acaloradamente, por uno o por otro ejecutante. El genio de Bonn no fue ajeno a estos enfrentamientos, entre otros con los que se midió pueden citarse a: Joseph Woelfl, Johann Baptist Cramer, Johann Nepomuk Hummel, Joseph Gelinek y Daniel Steibelt. Beethoven superó a Woelfl en 1799 en un duelo en casa del conde Wetzlar. De Cramer, aunque competía con él de vez en cuando, era un buen amigo. Hummel, aún sin llegar a ser su enemigo, se sintió inferior al músico renano. Gelinek, después de competir con él en una recepción, dijo: «¡Nunca había escuchado a nadie tocar así! ... Puede superar las dificultades y dibujar efectos del piano como nosotros no pudimos". incluso permitirnos soñar». Steibelt se atrevió a retar arrogantemente a Beethoven, salió tan humillado de la confrontación que dijo que no volvería a Viena mientras Beethoven estuviera allí. Murió en 1823 sin volver a pisar suelo vienés. Todos estos grandes pianistas eran los mejores virtuosos de su tiempo, si Beethoven les venció es que era un gran genio.
El 29 de marzo de 1795 Beethoven celebró su primer concierto público como compositor y como pianista. Lo hizo en el Burgtheater, presentando entre otras piezas el Concierto nº2 para piano y orquesta. Entre 1796 y 1798 efectuó también una larga y afortunada gira por Alemania y Europa Oriental, en cuyo transcurso se detuvo en Berlín, Leipzig, Dresde, Presburg, Praga y Budapest: fue la única vez que llevó a cabo una empresa de este género.
El primer concierto público de Beethoven tuvo lugar el 29 de marzo de 1795, en el Burgtheater, que aparece sobre estas líneas.
Esto hizo que cundiera el convencimiento de que, desaparecido Mozart y llegado Haydn a edad avanzada, el nuevo gran músico sería Beethoven. A finales de siglo ya se habían compuesto y publicado en partitura los Tres tríos op1 para piano violín y violonchelo (1 ─ 2 ─ 3), las dieciséis primeras Sonatas para piano, entre ellas las más importantes: la op2, la op7, las dos op14, y la op13 «Patética», las tres primeras Sonatas op12 para violín y piano (1 ─ 2 ─ 3), las dos Sonatas op5 para violonchelo y piano (1 ─ 2), los seis Cuartetos op18 (1 ─ 2 ─ 3 ─ 4 ─ 5 ─ 6), el bellísimo Quinteto op16, los dos primeros Conciertos para piano y orquesta (1 ─ 2), el Septimino op20, el Octeto op103, el sexteto op71,arias italianas (¡Ah, pérfido! op65) y varios lieder entre los que figura el ciclo Adelaide op46; además de diversos trabajos.
Primeras señales de sordera
Al comienzo del nuevo siglo XIX Beethoven advirtió los primeros síntomas de aquella sordera que se convertiría en casi total en el curso de unos pocos años. El inicio de la enfermedad data aproximadamente de 1796 y los primeros efectos molestos de 1798 ó 1799. Hacia 1816 el músico comenzó a usar una trompetilla, y alrededor de 1818 se comunicaba por escrito a través de los cuadernos de conversación.
Anton Schindler, abogado que posteriormente se pasaría a la música, tras haber sido presentado al maestro en 1814, en 1816 se convirtió en una especie de secretario para todo del compositor. Desgraciadamente, von Breuning le confió los cuatrocientos cuadernos de conversaciones del maestro. Dichos cuadernos, entre 1819 y la muerte de Beethoven, fueron el único vínculo existente entre el músico y el mundo exterior; en ellos, junto a las preguntas formuladas por sus numerosos interlocutores, Beethoven anotaba reflexiones, cuentos, títulos de libros y a menudo también ideas musicales. Los juicios, no siempre benévolos, expresados por Beethoven sobre el propio Schindler, así como sobre hechos y personas diferentes, indujeron al obtuso "secretario" a ejercer una especie de actividad censora que le condujo a eliminar las dos terceras partes de dichos cuadernos. En 1845, los ciento treinta y siete cuadernos restantes fueron confiados, junto con esbozos musicales, cartas, notas y proyectos varios, a la Biblioteca Real de Berlín.
Carta de Beethoven a su amigo el violinista Kart Amenda fechada el primero de Julio de 1801:
«Debes saber que mi parte más noble, mi audición, se ha deteriorado grandemente; aun cuando tú estabas aquí conmigo tuve molestias y no dije nada, pero ahora el problema ha aumentado progresivamente; no sé si estaré todavía a tiempo de curarme, tal vez se debe a mis problemas estomacales, que por cierto se han resuelto casi por completo, espero que mi oído mejore también, pero lo dudo, porque esas enfermedades son casi siempre incurables. Por favor, conserva este asunto de mi oído como un secreto y no se lo menciones a nadie, no importa a quién»
Poco antes de iniciarse la sordera, el compositor, comienza a sufrir dolores abdominales fuertes y habituales, además de diarreas y constipados frecuentes.
Carta a su amigo el doctor Franz Wegeler:
«Quieres saber algo acerca de mi situación. Bueno, en general, no es del todo mala… Sin embargo, ese monstruo envidioso, mi pésima salud, me ha hecho malas jugadas: durante los últimos tres años mi oído se ha debilitado progresivamente. El problema parece haber sido causado por los trastornos de mi abdomen que, como sabes, ha estado enfermo aún desde antes que dejara Bonn, pero se ha empeorado en Viena, en donde estoy constantemente afligido por diarrea y en consecuencia he sufrido una extraordinaria debilidad. (El doctor) Frank trató de vigorizar mi cuerpo con medicinas fortificantes y mí oído con aceite de almendras dulces, pero su tratamiento no tuvo efecto; mi sordera empeoró y mi abdomen continúa en la misma situación que antes. Como esto continuó hasta el otoño del año pasado, con frecuencia me desesperaba. Luego vino un médico "estúpido" que me aconsejó tomar baños fríos en el Danubio y más tarde uno más razonable que ordenó baños tibios. El resultado fue milagroso: mis intestinos mejoraron, pero mi sordera persistió, o debo decir, empeoró. A lo largo de este invierno me he sentido desdichado porque he tenido ataques terribles de cólicos, y nuevamente volví a la misma situación de antes. Así estuve hasta hace unas cuatro semanas cuando fui a ver a (al doctor) Vering. Pensé que mi condición necesitaba de la atención de un cirujano y, en cualquier caso, le tenía confianza. Tuvo éxito en contener casi por completo esta violenta diarrea. Me prescribió baños tibios en el Danubio, a lo que siempre tuve que añadir una botella de ingredientes fortificantes. No me mandó más medicinas, sino hasta hace cuatro días, cuando me recetó medicamento para mi estómago y una infusión para mis oídos. Como resultado, debo decir que me he sentido mejor y más fuerte, pero mis oídos siguen zumbando y haciendo ruido día y noche»
Parece ser que en una calurosa tarde del año 1796, después de regresar a su casa, el músico, que estaba acalorado y sudoroso, abrió puertas y ventanas y se desnudó de cintura para arriba para refrescarse con la brisa. Este hecho pudo ser la causa de la enfermedad que le provocara la sordera.
La última presentación pública del compositor como pianista fue el 25 de enero de 1815. El año anterior, Ludwig Spohr que estaba presente en una audición escribió: «A causa de su sordera prácticamente no quedaba nada del virtuosismo del artista que antes había sido tan admirado. En los pasajes forte el pobre sordo martilleaba las teclas hasta que las cuerdas enredaban, y si se trataba de un pasaje piano ejecutaba tan suavemente que omitía grupos enteros de tonos, de modo que la música era ininteligible...».
Heiligenstadt
En la primavera de 1802, además de su sordera, que era el más preocupante, a Beethoven le agobiaban otros problemas. No había podido cumplir su ilusión de ofrecer una akademie importante el invierno anterior al no poder lograr el uso del teatro de la corte para organizar un concierto. Tampoco preveía que se fuera a cumplir su deseo de obtener un cargo permanente en la Corte Imperial. En una carta del 8 de abril se expresaba con frases enérgicas y peligrosas «Hay canallas en la Ciudad Imperial como los hay en la Corte Imperial».
El doctor Schmidt recomendó al músico que se aislara en el campo como protección contra las irritaciones de la vida cotidiana. Así, probablemente a fines de abril, Beethoven se dirigió a la tranquila aldea de Heiligenstadt donde permaneció un año entero. Sin embargo, el dolor que sentía el compositor debió de ser tan intenso que le llevo a pensar, incluso, en el suicidio. Esto se sabe por el documento hallado entre sus papeles, después de su muerte, y que se conoce como el Testamento de Heiligenstadt.
Beethoven escribió a sus hermanos el 6 y el 10 de octubre:
«A MIS HERMANOS CARL Y ... BEETHOVEN.
Oh, vosotros los que pensáis o decís que soy malévolo, obstinado o misántropo, cuánto
os equivocáis acerca de mí. No conocéis la causa secreta que me lleva a mostraros esa
apariencia. Desde la niñez mi corazón y mi alma desbordaron de tiernos sentimientos de
buena voluntad y siempre me incliné a realizar grandes cosas. Pero pensad que ya hace
seis años que estoy desesperadamente agobiado, agravado por médicos insensatos, de
año en año engañado con la esperanza de una mejoría, finalmente obligado a afrontar la
perspectiva de una enfermedad perdurable (cuya cura llevará años o quizá será
imposible). Aunque nací con un temperamento fiero y altivo, incluso sensible a los
entretenimientos sociales, poco a poco me vi obligado al retiro, a la vida en soledad. Si a
veces intenté olvidar todo esto con cuánta dureza me devolvió a la situación anterior la
experiencia doblemente triste de mi oído defectuoso. Sin embargo, para mí era imposible
decir a la gente: «Hablad más alto, gritad, porque estoy sordo.» Ah, cómo podía confesar
una dolencia en el único sentido que debía ser más perfecto en mí que en otros, un
sentido que otrora yo poseía con suma perfección, una perfección tal que pocos en mi
profesión tienen o tuvieron jamás: -Oh, no puedo hacerlo; por consiguiente, perdonadme
cuando veis que me retraigo pese a que de buena gana estaría con vosotros. Mi
desgracia es doblemente dolorosa para mí porque es muy probable que se me interprete
mal; para mí no puede haber alivio con mis semejantes, ni conversaciones refinadas, ni
intercambio de ideas. Debo vivir casi solo, como el desterrado; puedo alternar con la
sociedad sólo en la medida en que lo exige la verdadera necesidad. Si me acerco a la
gente, un intenso terror se apodera de mi ser, y temo verme expuesto al peligro de que se
descubra mi condición. Así ha sido los últimos seis meses que pasé en el campo. Al
ordenarme que cuide todo lo posible el oído, mi inteligente doctor casi armonizó con mi
actual estado de ánimo, aunque a veces yo lo contradigo y cedo a mi deseo de compañía.
Pero qué humillación para mí cuando alguien que está cerca oye a lo lejos una flauta y yo
no oigo nada, o alguien oye el canto de un pastor y tampoco aquí oigo nada. Tales
incidentes me llevan casi a la desesperación; un poco más de todo eso y acabaría con mi
vida -sólo mi arte me ha retenido. Ah, me pareció imposible abandonar el mundo hasta
que hubiese expresado todo lo que sentía en mí. Por lo tanto, soporté esta malhadada
existencia, -realmente lamentable para un cuerpo tan susceptible que puede verse
arrojado a un cambio súbito, de la mejor condición a la peor. -Paciencia, me dicen, y es lo
que ahora se ha convertido en mi guía y así lo hice. Abrigo la esperanza de que
permanecerá firme mi decisión de soportar hasta que complazca a la Parca inexorable
cortar el hilo. Quizá mejoraré, quizá no; estoy dispuesto. -Obligado a convertirme en
filósofo cuando tengo veintiocho años; oh, no es fácil y para el artista mucho más difícil
que para otros. Ser Divino, Tú ves mi alma más profunda; Tú conoces que allí reside el
amor a la humanidad y el deseo del bien. -Oh, semejantes, cuando en cierto momento
leáis esto considerad que habéis cometido conmigo una injusticia; alguien que ha
soportado la desgracia puede consolarse descubriendo un caso análogo al suyo, alguien
que a pesar de todas las limitaciones de la Naturaleza hizo cuanto estuvo en su poder
para lograr que se lo aceptase entre los artistas y los hombres meritorios. -Vosotros mis
hermanos Carl y ... apenas yo haya muerto, si el doctor Schmidt todavía vive, pedidle en
mi nombre que describa la dolencia y agregad este documento escrito a la reseña de mi
enfermedad de modo que hasta donde sea posible por lo menos el mundo pueda
reconciliarse conmigo después de la muerte. Al mismo tiempo os declaro a ambos
herederos de mi pequeña fortuna (si así puede llamársela); divididla con justicia; toleraos
y ayudaos mutuamente. Las ofensas que me hayáis infligido sabéis que hace rato fueron
perdonadas. A ti, hermano Carl, agradezco especialmente la adhesión que me
demostraste los últimos tiempos. Deseo que tengas una vida mejor y más libre que la que
yo viví. Recomiendo virtud a tus hijos; ella sola, no el dinero, los hará felices. Hablo por
experiencia; fue lo que me sostuvo en el momento de sufrimiento. Gracias a ella y a mi
arte no acabé mi vida con el suicidio. -Adiós y amaos el uno al otro. -Agradezco a todos
mis amigos, y sobre todo al príncipe Lichnowsky y al profesor Schmidt; desearía que los
instrumentos que me regaló el príncipe L. sean conservados por uno de vosotros pero
que no sean la causa de disputas entre ambos, y tan pronto puedan serviros para un
propósito mejor, vendedlos. Cuán feliz sería si aún pudiera prestar un servicio desde la
tumba, así sea. Con alegría marcho de prisa al encuentro de la muerte. -Si llega antes de
que haya podido desarrollar todas mis cualidades artísticas, aún será demasiado
temprano pese a mi cruel destino, y probablemente yo desearía que fuese más tarde; -sin
embargo, incluso así me sentiría feliz, ¿pues acaso no me liberaría de un estado de
padecimientos interminables? Ven cuando desees, te enfrentaré valerosamente. -Adiós, y
no me olvidéis del todo cuando haya muerto; merezco esto de vosotros pues mientras viví
a menudo pensé en ambos y en los modos de que fuerais felices,-por favor, hacedlo».
LUDWIG VAN BEETHOVEN
Heiglnstadt, [Heiligenstadt] 6 de octubre 1802
«Para mis hermanos Carl y ... para ser leído y ejecutado después de mi muerte:
Heighnstadt, 10 de octubre de 1802, así me despido de ti -y lo hago con tristeza. -Sí, esa
acariciada esperanza -que traje aquí conmigo, la de curarme por lo menos en parte ahora debo abandonarla del todo. Mientras las hojas otoñales caen y se amustian -así mi
esperanza se ha marchitado. -Dejo aquí- casi al momento de llegar -incluso el elevado
valor- que a menudo me inspiró en los bellos días del verano - también eso ha
desaparecido. -Oh, Providencia- concededme al fin al menos un día de pura alegría -hace
tanto tiempo desde la última vez que la auténtica alegría resonó en mi corazón. - Oh,
cuándo - oh cuándo, Oh Divino - la sentiré nuevamente en el templo de la naturaleza y la
humanidad - ¿Nunca? -No - Oh, eso sería tan cruel».
No deja de sorprender que en el testamento Beethoven deje, por tres veces, espacios en blanco donde debiera aparecer el nombre de su hermano menor. En toda su correspondencia con referencias a su hermano Nikolaus Johann, Beethoven solo nombra a éste en dos ocasiones, el 19 de febrero de 1796: «A mi hermano Nikolaus Beethoven», y el 6 de marzo de 1823, «mi hermano Johann van Beethoven».
Vida en Viena
Beethoven se había establecido en Viena definitivamente en 1792, y en la capital austriaca vivió todos los acontecimientos de aquellos tormentosos años de la lucha entre Napoleón Bonaparte y el resto de Europa. Los primeros días vivió de manera miserable en un desván, pero pronto fue invitado a vivir con los Lichnowsky, con quienes residió varios años como uno más de la familia.
Beethoven dedicó a su benefactor, el príncipe Karl Alois Lichnowsky los Tríos opus 1 (1 ─ 2 ─ 3), y después la Sonata opus 13 «Patética», la Sonata opus 26, la Segunda Sinfonía, opus 36, y las Variaciones a «Quant' è piú bello», WoO 69. Para su esposa, la princesa Christiane, fueron las dedicatorias de las Variaciones sobre el Tema de Judas Maccabeus, WoO 45, y la partitura para ballet, Las criaturas dePrometeo, opus 43. Además, la condesa Henriette, hermana del príncipe, se vio honrada con las dedicatorias de los Rondos en sol op51 y las Variaciones y Fuga, opus 35. Al conde Moritz Lichnowsky, hermano menor de Karl Alois, dedicó la Sonata op90. El Trío para clarinete, opus 11, fue dedicado a la condesa Maria Wilhelmine von Thun.
Al poco de ganarse una gran reputación como pianista comenzó a tener fama como compositor. Los editores de música competían por hacerse con sus obras. Hacia 1799 cinco editores difundían su música mientras otros esperaban su turno
Beethoven había compuesto la Tercera sinfonía pensando en Napoleón como en un héroe. Cuando éste se hizo elevar del cargo de primer cónsul al de emperador, Beethoven borró la dedicatoria y la sustituyó por un genérico «recuerdo de un gran hombre».
Sinfonía n.º 3 en mi bemol mayor, op. 55, Eroica: Beethoven dirigió la primera ejecución en público de esta sinfonía en el Theater an der Wien de Viena el 7 de abril de 1805. El 8 de setiembre de 1809 hizo lo propio en un concierto de beneficencia para el fondo teatral de los pobres.
El príncipe Lichnowsky, su principal protector, dotó a Beethoven con seiscientos florines anuales. Los príncipes Fernando Kinsky y Joseph Franz von Lobkowitz, y el archiduque Rodolfo, también patrocinaron al compositor. Lejos de condicionar a éste, imponiéndole un compromiso en relación con su producción, fue más bien un reconocimiento de su valía, que vino a añadirse a los éxitos que conseguía en el terreno financiero tanto entre el público como entre los editores.
El músico llego a planear un viaje a París, quizá cuando en mayo de 1804 supo que Napoleón se había proclamado emperador, fue cuando decidió quedarse en Viena.
Beethoven participó en varios enfrentamientos, a veces bastante duros, con sus hermanos. En 1806 por motivo del matrimonio celebrado el 25 de mayo entre Caspar Carl e Iohanna Reiss, embarazada de tres meses. En 1807 Nikolaus Johann puso mucha insistencia en pedir al compositor la devolución de un préstamo de 1500 florines, de modo que cuando Nikolaus Johann partió para Linz en 1808 no hubo ocasión para una despedida afectuosa entre los hermanos.
Beethoven intentó "salvar" a sus dos hermanos de las respectivas esposas, y "salvar" a su sobrino de los peligros maternos imaginarios; incluso intercedió ante la policía en una ocasión, para salvar de la ley a un campesino borracho, Flohberger.
En 1812 se encontraron Beethoven y Goethe en Teplice, hoy terreno de la República Checa
Vida sentimental
Beethoven fue introducido en casa de una noble familia, los Brunswick, por su amigo el conde Nikolaus Zmeskall, excelente violonchelista. Así fue como conoció a las hermanas Thérèse y Joséphine. Las hermanas Brunswick tenían también una prima muy joven, Giulietta Guicciardi, a la que Beethoven cortejó con cierto fervor.
En casa de los Brunswick, Beethoven desempeñó la función de profesor de música, hecho sumamente insólito tratándose de él, dado que prefería la vida del compositor libre. Pero más insólita fue todavía la situación en que se encontró: cortejaba a un tiempo a Joséphine, llamada Pepi, y a Giulietta Guicciardi, a la vez que dedicaba también algunas de sus atenciones a Thérèse. A finales de 1803 Giulietta Guicciardi se casó con el conde Robert Wenzel Gallenberg. Giulietta, a la que Beethoven había dedicado la sonata «quasi una fantasía» que ha pasado a la historia con el nombre de «Claro de luna» (es decir, la op.27 nº2), regresó a Viena en 1821 en compañía de su marido arruinado y fue a visitar a Beethoven para pedirle quinientos florines en préstamo, que éste le concedió.
Parece que los requerimientos de Beethoven se dirigieron después de la Guicciardi, a Joséphine. Esto sobrepasaba los límites que una familia noble como la de los Brunswick podía tolerar a un músico, por muy célebre que éste fuera. Por otra parte, Joséphine estaba casada con el conde Joseph Deym. Al morir éste precozmente en 1803, la familia Brunswick tuvo que intervenir con cierta decisión para interrumpir lo que se había convertido en verdadero amor entre Pepi y Beethoven. En este punto es donde empieza el misterio. Se ha considerado siempre que la destinataria de la célebre carta de Beethoven «a la amada inmortal» es Thérèse. La propia Thérèse declaró que aquella carta se remontaba a 1806 y que había sido escrita después de un noviazgo secreto, y naturalmente platónico, entre ella y el maestro. Hasta 1861, año en que murió, Thérèse tuvo tiempo de fomentar esta versión, pero tampoco es improbable que, a lo largo de tantos años, Thérèse hubiera llegado a convencerse de que ella era verdaderamente «la amada inmortal».
Antes de ver la hipótesis del psicólogo estadounidense Maynard Solomon, en su biografía de Beethoven en 1977, el parecer fue que la carta no había sido escrita en 1806, sino en 1812, y más concretamente en junio de 1812, desde Teplice, y pareció sobre todo que no iba dirigida a Thérèse, sino a Joséphine. En ese caso se trataría de una carta nada platónica. En primer lugar, Joséphine fue abandonada por su segundo marido, el barón Christoph von Stackelberg, en 1812, y, por otra parte, más de nueve meses antes del nacimiento de una niña, Minona, que nació el 9 de abril de 1813. Entre junio de 1812 y abril de 1813 mediarían, entonces, los nueve meses necesarios para convertir a Beethoven, si «la amada inmortal» fuese Joséphine, en el padre de la pequeña Minona. En segundo lugar, la correspondencia entre Beethoven y Joséphine fue hecha desaparecer, precisamente por intervención de Minona. Joséphine, finalmente, vivió apartada de la familia hasta su muerte, ocurrida en 1821.
Minona, supuesta hija de Beethoven y Josephine von Brunswick, en dos etapas de su vida.
La familia conservó el secreto, con la complicidad de Beethoven y de Thérèse, por conveniencias sociales. Si era admisible una pasión platónica entre una noble y Beethoven, resultaba intolerable que una aristócrata hubiera tenido una hija natural con un músico de humilde cuna. Esto permitió que quedaran incólumes la separación clasista, la leyenda de la castidad de Beethoven y el honor de Joséphine y de los Brunswick. Pero esta no fue la única pasión amorosa de Beethoven. En efecto, se podría citar a la burguesa Teresa Malfatti, con la que llegó a concertar matrimonio, a la condesa Ana María Erdödy y a la cantante Amalia Seebald, a la que Beethoven envió, precisamente a Teplice, galantes misivas.
Sin embargo, Maynard Solomon, en su biografía de Beethoven de 1977, descarta a todas, quedando como candidata más probable a ser «la amada inmortal» Antonie Brentano, de soltera Antonie von Birkenstock (1780-1869), la mujer a quien Beethoven más tarde dedicó sus Treinta y tres Variaciones sobre un Vals de Diabelli, opus 120. La carta fue escrita por Beethoven durante los días 6 y 7 de julio de 1812 en Teplice, fue enviada a Antonie Brentano que se encontraba en Karlsbad. Pero el mismo Maynard Solomon, a pesar del éxito de su hipotesis, dice que no hay posibilidad de certeza absoluta.
En 1819, el compositor y editor Anton Diabelli propuso a numerosos músicos, entre ellos Beethoven, Schubert y Listz, que escribieran cada uno una variación sobre un vals compuesto por él. Beethoven compuso 33 variaciones, que, recogidas y editadas en 1823, forman su op. 120.
De izquierda a derecha y de arriba a abajo: Thérèse von Brunswick, según una leyenda que ella misma se encargo de fomentar, Beethoven escribió para ella su misteriosa carta «a la amada inmortal». Algunos musicólogos especulan que ella podría ser la "Elise" de la famosa bagatela de Beethoven Für Elise. Después Joséphine, hermana menor de Thérèse, considerada por muchos la más probable destinataria de la famosa carta «a la amada inmortal». A continuación una miniatura de las pertenencias de Beethoven, podría ser Giulietta Guicciardi, el músico le dedicó la sonata «Claro de luna». A la siguiente, Teresa Malfatti, el compositor podría haberle ofrecido matrimonio en 1810, antes ya había hecho esa propuesta a la cantante Magdalena Willmann. La bagatela " Für Elise ", una canción escrita para Therese, se encontró entre los papeles personales de Malfatti. Le sigue una placa de Ana María Erdödy, también candidata a «amada inmortal». Por último otro amor de Beethoven, la cantante Amalia Seebald, a ella envió el compositor cartas de tono muy galante y entusiasta.
Carta «a la amada inmortal»
«Lunes 6 de julio, por la mañana. Mi ángel, mi todo, mi ser mismo. Hoy sólo unas palabras y escribo con lápiz [el tuyo]. Sólo mañana determinaré definitivamente mi alojamiento, qué inútil pérdida de tiempo. Por qué este dolor tan profundo cuando se impone la necesidad, acaso nuestro amor puede perdurar como no sea a través del sacrificio, de modo que cada uno no lo exija del otro; acaso puedes modificar el hecho de que no eres totalmente mía, y yo no soy totalmente tuyo. ¡Oh, Dios mío, contempla las bellezas de la naturaleza y reconforta tu corazón con lo que debe ser! El amor lo exige todo y es muy justo que así sea, esa es mi actitud hacia ti y la tuya hacia mí. Pero tú olvidas muy fácilmente que debo vivir para mí y para ti; si estuviéramos totalmente unidos sentirías el dolor tan poco como yo. Mi viaje fue terrible; llegué aquí a las cuatro de la mañana de ayer. Como no tenía caballos, el cochero eligió otra ruta, pero qué espantosa; en la penúltima posta me advirtieron que no viajase de noche. Intentaron atemorizarme con la perspectiva del bosque, pero eso acentuó todavía más mi ansiedad, y me equivoqué. Y en efecto, la diligencia se atascó en el maldito camino, un camino que era un océano de lodo. Si no hubiese contado con estos postillones no habría podido salir de ahí. Esterházy, que viajaba por el camino normal, corrió la misma suerte que yo, pese que tenía ocho caballos en lugar de cuatro. De todos modos, el episodio me agradó un tanto, como es siempre el caso cuando supero con éxito las dificultades. Y ahora pasemos rápidamente de las cosas exteriores a las interiores. Seguramente nos veremos pronto; más aún, hoy no puedo compartir contigo los pensamientos que tuve los últimos días en relación con mi propia vida. Si nuestros corazones estuviesen siempre unidos, no concebiría tales pensamientos. Mi corazón desborda con tantas cosas que necesito decirte. ¡Ah! Hay momentos en que siento que el lenguaje de nada sirve. Anímate, continúa siendo mi auténtico y único tesoro, mi todo, como yo lo soy tuyo. Los dioses deben deparamos lo que merecemos. Tu fiel Ludwig.
Lunes 6 de julio, por la noche. Estás sufriendo, mi amadísima criatura -sólo ahora supe que es necesario despachar las cartas muy temprano la mañana de los lunes y los jueves, los únicos días que la diligencia del correo sale de aquí para K.- Estás sufriendo. ¡Ah, dondequiera estoy estás conmigo! Arreglaré contigo y conmigo que yo pueda vivir a tu lado. ¡ ¡ ¡Qué vida! !!! ¡ ¡ ¡Así!!! Sin ti, perseguido por la bondad de la humanidad aquí y allá, algo que tan poco deseo merecer como merezco. La humildad del hombre hacia el hombre me agobia y cuando considero mi propia persona en relación con el universo, lo que soy y lo que es Él, el mismo al que llamamos el más grande, y todavía, aquí está lo divino del hombre, lloro cuando pienso que probablemente no recibirás hasta el sábado la primera noticia de mí. Tanto como me amas te amo. Buenas noches. Como estoy tomando los baños debo ir a acostarme. ¡Oh, Dios mío! ¡Tan cerca! ¡Tan lejos! ¿Acaso nuestro amor no es de veras una estructura celestial, y también tan firme como la bóveda del cielo?
Buenos días, el 7 de julio. Aunque aún estoy acostado, mis pensamientos van hacia ti mi Amada inmortal, a veces alegres y otras esperando saber si el destino nos oirá o no. Puedo vivir totalmente solo contigo, o no viviré. Sí, estoy decidido a vagar tanto tiempo lejos de ti hasta que pueda volar a tus brazos y decir que me siento realmente sereno contigo. Sí, infortunadamente así ha de ser. Tú debes dominarte tanto más cuanto que conoces la fidelidad que te profeso. Nadie puede poseer jamás mi corazón, nunca, nunca. ¡Oh, Dios mío, por qué uno tiene que separarse del ser Y sin embargo, mi vida en Viena es ahora muy desgraciada. Tu amor me convierte en el más feliz al mismo tiempo el más desgraciado de los hoi – A mi edad necesito una vida serena y tranquila. ¿Puede aspirarse a eso en nuestra relación? Ángel mío, acaban de decirme que la diligencia correo todos los días, por lo tanto, debo concluir aquí mismo, porque así podrás recibir inmediatamente carta. Serénate, sólo mediante la tranquila consideración de nuestra existencia podremos nuestro propósito de vivir unidos. Ten calma, ámame, hoy, ayer, qué doloroso anhelo de ti, de ti, mi vida, mi todo. Adiós. ¡Oh, continúa amandome nunca juzgues mal el más fiel corazón de tu amado.
Siempre tuyo
siempre mía
siempre nuestro»
Antonie Brentano, Retratada por Joseph Karl Stieler, 1808. La familia Brentano conoció a Beethoven en 1810, el músico posteriormente se convirtió en un amigo cercano de la familia y un visitante habitual.
Antonie Brentano (de soltera Antonie Josefa Edle von Birkenstock) nació el 28 de mayo de 1780 en Viena. Después de la muerte de su madre, en 1788, fue enviada al convento de la orden ursulina de Pressburg, regresó a Viena en 1795 y se casó el 23 de julio de 1798 con el comerciante Franz Brentano. En 1799 dio a luz a su primer hijo que solo vivió hasta principios de 1800, tuvo otros cinco que sobrevivieron.
En mayo de 1810, las cuñadas Bettina y Antonie Brentano fueron a ver a Beethoven que estaba alojado en casa de los Pasqualati. Ello dio ocasión al comienzo de la amistad entre Beethoven y la familia Brentano.
No se sabe cuando comenzó el amor entre el músico y Toni Brentano. Ésta recordaba poco antes de morir que solo una persona había podido consolarla en sus momentos tristes en Viena. Explico que durante sus prolongados periodos de enfermedad permanecía «en su habitación, inaccesible para todos los visitantes». La excepción era Beethoven, con quien se había establecido «una tierna amistad»; el músico podía llegar e improvisar al piano sin impedimentos.
Los Brentano partieron de Viena, probablemente, en noviembre de 1812. A la edad de cuarenta y seis años, Toni comenzó a anotar los nombres de sus amigos que fallecían. La primera anotación dice: «Beethoven, 26 de marzo de 1827». Toni Brentano vivió hasta 1869.
Bettina que, después de su matrimonio con el escritor Achim von Arnim en 1811, paso a ser Bettina von Arnim, decía que Beethoven le refirió como salía la música de su mente:
«Del hogar del entusiasmo sale la melodía, anhelante, yo la persigo, llego a juntarme con ella, pero desaparece de nuevo, ella se arroja a un abismo profundo donde las pasiones se desencadenan, la espero aun, la cojo, la abrazo con delirio, nada ya me puede separar de ella, entonces la multiplico en modulaciones diversas, y por fin tengo triunfante la idea musical»
Otro incidente, o malentendido, en relación con los asuntos del cortejo del artista, fue el que tuvo con Marie Bigot (1786-1820). Esta profesora de piano francesa, que en 1816 llego a dar lecciones a Felix y Fanny Mendelssohn, fue invitada por Beethoven, en 1808, a dar un paseo acompañados por la hija de ella, Caroline, de tres años. Como la invitación no se hacía extensiva al marido de Marie, esta fue interpretada por la familia como un intento de Beethoven para seducir a la esposa de éste. El músico se "explicó" y se disculpó.
«Uno de mis principios fundamentales me impone no mantener jamás con la esposa de otro hombre otra relación que la de amistad. Pues no desearía, al concertar cualquier otro tipo de relación, saturar mi corazón con un sentimiento de desconfianza por esa mujer que tal vez un día llegase a compartir mi destino...»
Vida en sociedad
Hasta mediada la treintena Beethoven conservo el cuerpo delgado, después adquirió robustez y fue ancho de espaldas, era de baja estatura, tenía la cabeza grande, con los cabellos negros y rizados, la boca pequeña y las cejas espesas, las manos eran gruesas y estaban cubiertas de vello, sus dedos eran cortos. Cuando se desplazaba lo hacía con torpeza, era habitual que tirara y rompiera cosas, sobre todo, frecuentemente derramaba la tinta sobre el piano. Nunca fue capaz de bailar al compás de la música. Con los años, comenzó a llevar los cabellos desordenados, y, a veces, la vestimenta desaliñada. Hechos que no dependían de la pobreza, sino de un hombre que no poseía ni buen carácter ni sentido del orden. En ocasiones, mostraba un temperamento brusco, incluso grosero, tosco y altanero. Era extremadamente sensible a las acciones de los demás y tenía estallidos bruscos de cólera que sus amigos soportaban con paciencia. Podía levantarse e irse de una cena aristocrática si no le habían reservado un lugar en la mesa principal. En una ocasión tiró un plato a la cabeza de un camarero porque el hombre se confundió y le puso algo que no había pedido. También es verdad que tenía días en que estaba alegre y de muy buen humor, eso sí, se dedicaba a la creación desde que se levantaba muy temprano, continuamente estaba esbozando ideas musicales, ya fuera en casa, cuando paseaba, en una taberna o en el teatro. Daba largos paseos y a veces se reunía con sus amigos en la Posada del Cisne Blanco. En las relaciones con sus hermanos Caspar Anton Carl y Nikolaus Johann, se sucedían momentos de amor fraternal con otros que llegaban incluso a la violencia física, Beethoven no tenía ninguna confianza en la capacidad de sus hermanos para controlar sus vidas. Aunque pueda parecer paradójico, veneraba la fraternidad y la naturaleza.
Beethoven alentó y difundió como verdadera la noticia de que descendía de noble cuna, durante mas de veinticinco años, después de su llegada a Viena, consiguió que se tuviera por cierto el embuste, solo en diciembre de 1818 el compositor confesó ante un tribunal que carecía de antecedentes aristocráticos.
Posada del Cisne Blanco según una acuarela de Charles Postl
Parece que, en Viena, Beethoven vivió por lo menos en treinta sitios distintos y que su estilo de vida parecía animado por una especie de espíritu bohemio. Tuvo un amo excepcional o, mejor dicho, un verdadero anfitrión en el príncipe Lichnowsky, quien concedió al compositor un apartamento en su propio palacio y una pensión anual de seiscientos florines. En 1806, en su residencia de verano de Grätz, en Silesia, Beethoven se reveló también contra el príncipe, que le había pedido que tocara para unos invitados franceses, lo cual dio motivo al compositor para hacer una desagradable escena. Como es natural, perdió el alojamiento y la pensión. Esto hizo que se iniciara para Beethoven un periodo de pobreza.
De la resistencia a tocar el piano para sus protectores por parte de Beethoven escribió Wegeler «su aversión a tocar para un público había llegado a ser tan intensa que cada vez que se lo exhortaba a ejecutar se encolerizaba...»
Pero, A finales de octubre de 1808, a Beethoven le llegó de la corte de Kassel (Westfalia, Alemania) el ofrecimiento del cargo, aparentemente ventajoso con un buen sueldo de 600 ducados, de Kapellmeister, junto al rey de Westfalia, Jerónimo Bonaparte, hermano de Napoleón, para quien había sido creado el nuevo reino. Beethoven parecía casi decidido a abandonar Viena a cambio de la nueva sede.
Mientras Beethoven hacía los preparativos para el viaje, algunos de sus amigos se movilizaron para impedirle la partida. La petición del conde Ignaz Gleichenstein y de la condesa Ana María Erdödy fue recogida por el príncipe Kinsky, el príncipe Lobkowitz y el archiduque Rodolfo de Habsburgo, quienes se pusieron de acuerdo para otorgar una pensión a Beethoven, se comprometían a pagarle la suma de 4000 florines anuales, «hasta que Herr van Beethoven reciba un nombramiento que le aporte el equivalente de dicha suma». El contrato, firmado el 1 de marzo de 1809, no fue respetado por los tres gentilhombres, dado que decidieron marchar aprisa y corriendo de Viena, ante la presencia de las tropas francesas que a partir de mayo sitiaron y ocuparon Viena. El propio compositor se refugió en casa de su hermano Caspar Carl, quien tenía esposa y un hijito de
dos años, llamado Karl. Beethoven obtuvo lo que se le adeudaba, pero no antes de 1815 y solo después de largos procesos.
Goethe y Beethoven
El 5 de julio de 1812, Ludwig van Beethoven fue a veranear a Teplice, balneario termal al norte de Praga. a los pocos días llegó Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832) y se produjo el encuentro entre el máximo representante de la literatura y el máximo representante de la música de Alemania. El encuentro entre Beethoven y Goethe en Teplice se realizó gracias a la intervención de la escritora alemana Bettina von Brentano, que era amiga de ambos. El mutuo respeto que los dos artistas se profesaban no se tradujo en lazos de amistad. Pertenecen a aquella época las músicas de escena para Egmont y algunos lieder tomados del I Faust. Antes de que en julio de 1812 se encontrasen y se conociesen Goethe y Beethoven, se produjo entre ambos un intercambio de cartas a propósito del drama de Goethe, Egmont. Beethoven llevaba trabajando en la música para la escena de dicha obra desde 1809.
Johann Wolfgang Goethe en un retrato realizado por Joseph Karl Stieler Bettina von Brentano en un retrato realizado por Ludwig-Emile Grimm
Aunque entre el dramaturgo y el compositor hubiera cierto "recelo", si alguien se mostró desagradecido con Beethoven, este fue Arthur Wellesley, más conocido como duque de Wellington. En 1813 el músico le dedicó La Victoria de Wellington 0p91, que celebraba una victoria sobre el ejercito francés. Cuando fue escuchada por el Duque, a pesar de que la obra tuvo éxito, éste dijo: «Habría podido mandarme en lugar de esto una tortuga o un cuchillo bonito».
Las sinfonías
En la primera década del siglo XIX, Beethoven, ya llevaba compuestas varias obras monumentales. En lo que concierne a las sinfonías, no es posible considerar obras menores las dos primeras, compuestas en 1802. Los esquemas de la sinfonía setecentista experimentaron una auténtica revolución a partir de la Sinfonía nº3, compuesta entre 1802 y 1804 e interpretada por primera vez en público el 17 de abril de 1805. En ella, Beethoven, introdujo imágenes enteramente nuevas, desarrollos amplios y dramáticos en una medida inconmensurablemente mas intensa que en los modelos anteriores, así como sonoridades más audaces. La nueva unidad que condicionaba la estructura musical, trastocando completamente la concepción de la sinfonía frente a la tradición, respondía a un «mensaje» ideológico, personificado en el «héroe ilustrado». La etiqueta de «Heroica» de la Sinfonía nº3 no se debe al autor, sino a imaginativos críticos ochocentistas.
Ludwig van Beethoven según un retrato hecho por Willibrord Joseph Mähler. La obra se remonta a 1804, o sea, la época en la que Beethoven trabajaba en la «Heroica».
Apenas terminó la Heroica, Beethoven comenzó a componer la Sinfonía nº5 en el verano de 1806, sin embargo, interrumpió este trabajo para dedicarse a la Cuarta, que sería interpretada más tarde, en marzo de 1807, en el palacio del príncipe Lobkowitz.
Como es sabido, fue el propio Beethoven quien definió el comienzo de la Sinfonía nº5 con la frase «el destino que llama a la puerta». Esta frase, sin embargo, no es sino una especie de alegoría, una explicación elemental que Beethoven proporcionó al devoto, pero no demasiado agudo, Anton Schindler, persona a la que el compositor aportó a veces indicaciones descriptivas de sus composiciones. Schindler vivió al lado del maestro y recogió todas sus palabras, a menudo entendiéndole a medias, en su tiempo se hizo imprimir en su tarjeta de visita la mención «amigo de Beethoven». El lema del destino, en la 5ª Sinfonía, representa la oscura irracionalidad, si bien su metamorfosis conclusiva es luminosa y triunfal, conmemorativa de la victoriosa razón.
La Sinfonía nº6, Pastoral, es la única, entre las sinfonías de Beethoven, que recibió del autor unas acotaciones precisas. El primer movimiento se anuncia como «Despertar de los sentimientos al llegar al campo»; el segundo movimiento es una «Escena junto al arroyo». La segunda parte de la sinfonía incluye en un bloque único tres partes, designadas como «Alegre reunión campestre», «Temporal» y «Canto pastoral: sentimientos de alegría y de reconocimiento después del temporal».
Beethoven, en su Sinfonía Pastoral, muestra una graciosa clase de humor en el III movimiento: Allegro - "Fiesta campestre", cuando imita el tocar de unos músicos aldeanos, que no manejan muy bien los instrumentos, de una banda pueblerina en un día de fiesta, con uno de los instrumentos empezando siempre demasiado tarde, el fagot. Al oboe da la sensación en alguna ocasión que casi se le olvida intervenir.
La Séptima y la Octava aparecieron en 1813 y 1814, unos cinco años después de la Sexta. Tienen como rasgo común, pese a ser muy diferentes entre sí, el estar construidas como arquitecturas esencialmente musicales, desprovistas del «mensaje» que había caracterizado la Tercera, la Quinta y la Sexta. Según una célebre definición de Wagner, la Sinfonía nº7 sería una «apoteosis de la danza».
Parecía que se había agotado el interés por la sinfonía, pero sólo lo parecía, porque, diez años después, Beethoven se lanzó a componer la Sinfonía nº9, que todo el siglo XIX juzgaría después un punto insuperable, como las «columnas de Hercules» de la literatura sinfónica europea. «An die Freude» de 1785 dominó la imaginación del compositor tan profundamente que se propuso ponerlo en música incluso antes de partir de Bonn.
Más música
De Beethoven sólo ha quedado una ópera, Fidelio. Aparte de esta, Beethoven cultivó otros proyectos teatrales, aunque no terminó ninguno. El tema de Fidelio procedía de un drama frances de Jean Nicolas Bouilly, Leonore ou l'amour conjugal (1798), inspirado según la tradición en un auténtico episodio ocurrido en Tours durante el terror. Con anterioridad a Beethoven, el drama de Bouilly ya había servido de base para una ópera tanto del italiano Ferdinando Paër como del alemán italianizado Simone Mayr. Las dos óperas fueron representadas respectivamente en Dresde, en 1804, y en Padua, en 1805, es decir, a poco del estreno de Fidelio, que tuvo lugar el 20 de noviembre de 1805, en Viena. Pero es casi seguro que Beethoven no conoció ni la música de Paër ni la de Mayr.
Se conocen tres versiones de Fidelio. El fatigoso itinerario de la obra se inició en 1804, cuando el barón Peter von Braun, sucesor de Schikaneder en la dirección del teatro An der Wien, propuso a Beethoven que escribiera una ópera para su teatro. El músico se orientó precisamente hacia la conocida Leonore de Bouilly, que fue traducida al alemán y transformada en libreto de ópera por el secretario del teatro de la corte Joseph von Sonnleithner. El 20 de noviembre de 1805, una semana después de la ocupación de Viena por las tropas napoleónicas, la ópera fue representada en el teatro An der Wien con el título de Fidelio o El amor conyugal. La acogida negativa del público aconsejó suspender las representaciones al cabo de tres días del estreno. La ópera fue representada el 29 de marzo de 1806 con el nuevo título de Leonora o El triunfo del amor conyugal. El escaso éxito obtenido y las desavenencias con la dirección del teatro empujaron a Beethoven a volver a retirar la ópera. En una tercera y definitiva edición, con amplios retoques, la obra fue representada en el teatro de Porta Carintia el 23 de mayo de 1814 con el título de Fidelio. En la edición de 1822 Fidelio obtuvo finalmente un éxito rotundo.
Entre las diez oberturas de Beethoven se encuentran: Egmont, de Goethe, Coriolano, de Heinrich Joseph von Collin, Las ruinas de Atenas y Rey Esteban, de August von Kotzebue, y La consagración del teatro o La consagración del hogar compuesta en 1822 para la inauguración solemne del Josephstadt Theater.
Los conciertos para instrumentos solistas escritos por el gran músico fueron nueve. Cinco de ellos para piano, si no se tiente en cuenta el nº0 de 1784. Al violín le dedicó un único concierto, El Concierto para violín en re mayor Op. 61. El Concierto para piano n.º 4 en Sol mayor, Opus 58, fue compuesto entre 1805 y 1806. El Concierto para piano n.º 5 en mi bemol mayor, op. 73, fue escrito entre 1809 y 1811.
En el concierto para piano nº5, llamado «Emperador», los editores le dieron este sobrenombre por causas no del todo precisadas y, en cualquier caso, no por indicación del autor, el piano es tratado con un extremado virtuosismo.
Dentro de la música de cámara el Septimino op20 merece ser destacado. Fue con los Tríos op1 y con los Cuartetos op18 como Beethoven inauguró su actividad como autor de cámara. Después de los seis Cuartetos op18 vinieron los tres Cuartetos op59 (1 - 2 - 3) dedicados al conde Razumowski. A ellos siguieron otros cuartetos para cuerda y, en 1809, el Cuarteto op74 «de las arpas» y, en 1810, el Cuarteto op95 «serio», según definición del propio Beethoven, pertenecientes a la fase intermedia de la creatividad del compositor. Los cinco últimos Cuartetos (op127 - op130 - op131 - op132 - op135), escritos entre 1825 y 1826, como también la Gran fuga op133, compuesta en 1826, pertenecen, en cambio, a la tercera fase.
El embajador ruso en Austria, conde Razumowski, había reunido uno de los mejores cuartetos de cuerda austriaco, formado por profesionales que, después, se convirtieron en fidelísimos ejecutantes y amigos de Beethoven: Ignaz Schuppanzigh, Louis Sina, Franz Weiss y Joseph Linke.
Beethoven dirigiendo el famoso cuarteto de cuerdas dedicado al conde Razumowsky, en esta ocasión con un acompañamiento de piano.
En 1822 la Sociedad Filarmónica de Londres pide oficialmente a Beethoven una nueva sinfonía. El compositor crea la Novena con la Oda a la alegría de Schiller como texto para el coro final. Probablemente, el germen de esta sinfonía ya había nacido después de que la Sociedad Filarmónica invitase a Beethoven en 1817 a Londres, viaje que nunca se realizó y que tenía la esperanza de la composición de dos nuevas sinfonías.
«La Sinfonía n.º 9 en re menor, op. 125, «Coral», fue interpretada por vez primera el 7 de mayo de 1824 en el Kärntnertortheater "Teatro de Porta Carintia". Esta obra representa el punto culminante de la intensidad expresiva durante el último periodo de la creatividad de Ludwig van Beethoven». En el «Gran concierto», como se anunció para la ocasión, se interpretaron además: la obertura Die Weihe des Hauses (La consagración de la casa) op124 y el Kyrie, el Credo y el Agnus Dei de la Missa Solemnis, la batuta era la del propio compositor. El éxito fue apoteósico, mientras se producían los aplausos Beethoven permanecía absorto delante de la partitura, la contralto Karoline Unger toma al maestro de los brazos y le hace volverse al público, éste pudo ver, si oir, la tremenda ovación que se le tributaba. los otros solistas corales fueron la soprano Henriette Sontag, el tenor Anton Haitzinger y el bajo Joseph Seipel.
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El teatro de Porta Carintia, en Viena, según un grabado de Tranquillo Mollo. En la sala de este teatro se llevó a cabo el famoso concierto del 7 de mayo de 1824. El programa de aquella velada se completó, además de con la Novena Sinfonía, con el Kyrie, el Credo y el Agnus Dei de la Missa solemnis, así como con la obertura op. 124 para La consagración del hogar. |
Beethoven compuso la Missa solemnis a partir del invierno de 1818 para celebrar la presencia solemne de su amigo el archiduque Rodolfo en la sede arzobispal de Olmütz, en Bohemia; la ceremonia había sido establecida para el 9 de marzo de 1820. La composición de esta obra maestra mantuvo ocupado a Beethoven más de cuatro años. En consecuencia, la misa no estuvo a punto para la ceremonia de toma de posesión del archiduque Rodolfo en Olmütz, pero pudo ser presentada por vez primera el 6 de mayo de 1824 en San Petersburgo, y al día siguiente fue también presentada en Viena, aunque parcialmente, junto con la Sinfonía nº9. Hasta 1845, cuando ya hacía dieciocho años que ya había muerto Beethoven, no fue interpretada íntegramente en Viena.
La primera edición impresa de la Missa solemnis fue hecha por el editor Schott en la primavera de 1827, inmediatamente después de la muerte de Beethoven, e iba encabezada con las siguientes palabras: «Casi en el mismo momento en que expiraba el inolvidable maestro, salía esta obra de nuestros tórculos y era enviada a los honorables suscriptores; sin duda alguna es su composición capital y la más digna de admiración de todas las suyas. Todos los admiradores de Beethoven, es decir, todo nuestro mundo musical, se inclinaran delante de la obra magnífica del genio colosal que superó a su tiempo con paso de gigante y rendirá a sus manos el tributo de veneración que se le debe».
Karl, el sobrino de Beethoven
En el círculo de los amigos más íntimos de Beethoven se encontraban: sus alumnos Moscheles y Czerny o los miembros del cuarteto Schuppanzigh y, varias personas más que entre todas colaboraron con el compositor en la extraña empresa que fue la adopción de su sobrino Karl.
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Beethoven en un retrato de Stefan Decker |
Beethoven no estaba en buenas relaciones con sus hermanos Karl y Johann. Designaba a éste último con el nombre de Caín, y no perdono nunca a Karl que se hubiera casado con una tal Johanna Reiss, hija de un tapicero, en relación con la cual mantuvo siempre una actitud despreciativa.
Después de que Johann pasara un tiempo trabajando como farmacéutico en Linz, de dedicó a la ocupación más fructífera de suministrador del ejército. Tras haberse enriquecido, compró una finca en Gneixendorf, en la que convivía con una cierta Therese Obermeyer, hija de un panadero. Esta convivencia había desatado las iras de Ludwig, quien se estableció en casa de Johann y tanto dijo e hizo, amenazándole incluso con hacer intervenir la autoridad judicial y las jerarquías eclesiásticas, que acabo por obligar a Johann y a Therese a casarse el 8 de noviembre de 1812.
El otro hermano, Karl, murió de tuberculosis, misma enfermedad de la que había fallecido su madre, el 15 de noviembre de 1815, dejando un hijo que se llamaba también Karl. Beethoven había convencido a su hermano para que le nombrara tutor del niño, el quinto parrafo del testamento de Caspar Karl decía así: «Nombro tutor a mi hermano Ludwig van Beethoven. Dado que este hermano me ha ayudado a menudo con verdadero amor fraternal de la manera más noble y generosa, espero que en un futuro, confiando en su noble corazón, querrá tener con mi hijo Karl el afecto y amistad que con tanta frecuencia me ha demostrado y que se servirá de todos los medios posibles para la educación espiritual de mi hijo y su éxito posterior. Sé que no desoirá esta petición». Otro codicilo, que Beethoven consideraba añadido por su odiada cuñada, especificaba que la tutela sería compartida entre el tío y la madre.
La moral de Beethoven se manifestó en este caso de una forma perniciosa. Convencido de la necesidad de arrancar a su sobrino de manos de su madre, Johanna Reiss, a la que consideraba indigna e incapaz de educarlo, obró en consecuencia. Así pues, a partir de 1815, Beethoven se lanzó a una lucha sin cuartel contra la madre de Karl, que reivindicaba la parte de tutela que le correspondía o, por lo menos, su derecho a ver a su hijo con una cierta regularidad. Hasta principios de 1818 ni Beethoven ni Johanna tuvieron consigo a Karl que permanecía en el Instituto que Cayetano Giannatasio del Rio había fundado en Viena en 1798. Pero cuando Beethoven se llevo a Karl a su propia casa, Johanna reanudó sus esfuerzos en los tribunales contra la tutoría de Beethoven. En noviembre Kart pasó a una escuela pública, pero huyó a casa de su madre el 3 de diciembre de donde fue retirado, con ayuda de la policía, y devuelto al Instituto Giannatasio. Johanna presentó otra petición a la corte. A principios de 1819 Karl fue devuelto a su madre. Debido a esta porfía, que terminó en abril de 1820 con una sentencia favorable al músico, finalmente Karl, que entonces sólo tenía nueve años, fue ingresado en la escuela para varones de Joseph Blöchlinger donde permaneció más de cuatro años. Como era de prever, el criterio educativo de Beethoven resultó totalmente negativo y no consiguió los resultados deseados ni, mucho menos, el afecto del niño.
Beethoven estaba obsesionado con impedir encuentros entre madre e hijo.
«Es conveniente lograr que Karl comprenda que ya no debe ver a una madre tan perversa, que mediante Dios sabe qué seducciones de Circe, o maldiciones o juramentos lo embruja y lo vuelve contra mí».
Cuando Johanna, en alianza con su otro cuñado, Nikolaus Johann, sugirió al magistrado como tutor de su hijo al otro tío de éste, la cólera de Beethoven se descargó contra todos, incluso contra el magistrado al que acusó de corrupción.
La noche del 29 de julio de 1826, desprovisto de aquellas dotes excepcionales que el intransigente tío se empeñaba en descubrir en el sobrino, el joven Karl intentó suicidarse, se disparó un tiro ante las ruinas del castillo de Ruhenstein, si bien no consiguió quitarse la vida. Para Beethoven esta fue la prueba más cruel de su fracaso como tutor y como padre.
Con respecto a la madre de Karl, Beethoven muestra siempre una actitud despreciativa.
«Si la madre hubiese sabido frenar su perversidad y hubiese permitido que se desarrollaran tranquilamente mis disposiciones, ahora se habría tenido un buen resultado. Pero cuando una madre de esta clase intenta involucrar a su hijo en los secretos de un ambiente vulgar y pernicioso, le incita al disimulo en una edad sumamente delicada, le instiga a la corrupción de mis criados, a la mentira, burlándose de él si dice la verdad, y llega incluso a darle dinero para despertar en él ansias y deseos que son perjudiciales para él, le dice que son cosas insignificantes lo que yo y otros consideramos graves; entonces, esta función, de por si tan difícil, todavía se hace más gravosa y más peligrosa. No vaya a creerse, sin embargo, que ella se comportaba de diferente manera cuando mi sobrino estaba en el colegio. Sin embargo, también a esto se ha encontrado remedio: además del preceptor, vendrá a mi casa una mujer de muy buenas prendas que se ocupará de la buena marcha de la casa y que no se dejará corromper nunca por aquella otra. Esto hará que aumente la vigilancia de mi sobrino».
En esta carta que Beethoven envía a su sobrino se aprecia la relación tensa que existía entre ambos.
«No te envío dinero porque, en caso de necesidad, puedes pedir a casa un florín en préstamo. La sobriedad es cosa necesaria a los jóvenes, aunque me parece que no la has observado suficientemente, puesto que dispones de dinero sin que yo conozca su procedencia, detalle que sigo ignorando. ¡Valiente cosa! No me parece aconsejable que frecuentes ahora el teatro, puesto que sería para ti motivo de distracción [...]. Ya que te has viciado hasta tal punto, convendría que te esforzases en ser más simple y más sincero, habida cuenta de que bastante ha sufrido mi corazón con tu comportamiento falso en relación conmigo para que me resulte fácil olvidar. y aunque me comportase contigo como el buey, que tira del carro sin protestar, nadie más ha de apreciarte, puesto que te comportas de esta manera. Dios es testigo de que solo sueño con alejarme completamente de ti, de aquel miserable hermano, de esta detestable familia que llevo colgada. ¡que Dios escuche mis deseos, puesto que ya no puedo confiar en ti!».
Pero, a los pocos meses, en octubre de 1825, el tono varía de manera imprevista ante la sensación de haber perdido para siempre al sobrino.
«¡No hagas otra cosa! ¡Ven a mis brazos! No escucharas ningún reproche. ¡Dios mío, no camines hacia tu ruina! Te recibiré amorosamente, como siempre. Hablaremos con afecto de lo que hay que pensar y que hacer con tu futuro. ¡Te doy mi palabra de honor! No te hare ningún reproche, que, por otra parte, tampoco serviría de nada. Lo único que recibirás de mi será ayuda y cuidados afectuosos. ¡Ven! ¡Ven al corazón fiel de tu padre!... Si no vienes, me matarás. Lee la carta y quédate en casa. Ven a abrazarme, soy tu padre y me entrego totalmente a ti. Puedes estar seguro de que todo quedará entre nosotros. Por el amor del cielo, vuelve hoy a casa. Puedes correr cualquier peligro si no vienes. Ven en seguida, ¡ahora!».
Los últimos años
Los últimos meses de la vida de Beethoven estuvieron signados por la angustia y la miseria. Curiosamente, la ayuda le provino de Londres, más concretamente de George Smart y otros músicos de la Philarmonic Society. Ya en 1817 la Sociedad Filarmónica había invitado a Beethoven a visitar Londres, el compositor aceptó, el ofrecimiento de los ingleses era a condición de que el músico compusiera dos nuevas sinfonías, la oferta fue el impulso para considerar la composición de la Novena Sinfonía, incluso originó planes acerca de una décima. Como se sabe, el proyectado viaje nunca se realizó. En 1822 Rossini imploró a la aristocracia de la corte austriaca que aliviase la penuria económica de Beethoven, la solicitud no encontró una respuesta favorable, el carácter y las excentricidades del genio de Bonn obraron en su contra. Muchos vieneses llegaron a creer que su mejor músico estaba loco. La anécdota de su arresto por la policía, en 1821 o 1822, cuando lo habían visto espiando por las ventanas, se difundió mucho.
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Retrato de Beethoven pintado por Stieler, probablemente después de su muerte. |
Por otra parte, la salud de Beethoven comenzó a deteriorarse a partir de 1815. Los primeros síntomas de ictericia, señal de una dolencia hepática, aparecieron hacia 1820 o1821, Beethoven padeció una cirrosis hepática que, sin llegar a afirmar que el músico fuese un alcohólico como su padre, se vio acelerada por el consumo de bebidas alcohólicas.
Después del fallido intento de suicidio de Karl, la tutela del muchacho pasó de Beethoven a su amigo Stephan Breuning. Las investigaciones de la policía fueron desviadas y Karl pudo enrolarse en un regimiento afincado en Iglau. Pero, antes de que el muchacho se incorporase a dicho regimiento, Beethoven quiso pasar un periodo de tiempo con él, por lo que ambos se trasladaron a la finca que el hermano del compositor, Johann, tenía en el campo. Una pelea con su hermano Johann puso súbito fin a aquella estancia, después de la cual Beethoven regresó a Viena, el 1º de diciembre de 1826, tras un accidentado viaje en el carro descubierto de un lechero durante una noche de tempestad. Al llegar a su casa se puso en cama y el médico le diagnosticó una pulmonía. El 3 de enero Karl salió de su casa para incorporarse al regimiento y Beethoven se quedó solo. A la pulmonía sucedió un ataque de ictericia, complicado con hidropesía, que en las primeras semanas del año 1827 hizo necesarias tres operaciones. A partir de entonces el compositor ya no abandonó el lecho. En su testamento, Beethoven, nombraba a Karl su heredero universal. La situación económica de Beethoven era sumamente precaria y solo la generosidad de sus amigos contribuyó a hacer menos tristes los últimos meses de su vida. Junto al lecho del músico se turnaron sus amigos y, las últimas semanas se vieron particularmente animadas por la compañía del pequeño Gerhard von Breuning, un niño de 10 años, hijo de Stephan; el niño acudía puntualmente todos los días a visitarlo y a atenderlo, le suministraba medicamentos y comida y le prestaba libros. Beethoven lo llamaba «mi Ariel, leve como el viento» y lo veía con sumo placer.
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Beethoven en el lecho de muerte |
La agonía comenzó el 24 de marzo y duró dos días. En el momento de su muerte, por una ironía del destino, estaban junto a Beethoven la esposa tan despreciada de su hermano Johann y un Extraño, el músico Anselm Hüttenbrenner, que documentó los últimos instantes del compositor en una carta, escrita años después a Alexander Thayer, uno de los principales biógrafos de Beethoven: «A las cinco de la tarde estaba en cama sin conocimiento y en lucha con la muerte cuando, de pronto, un relámpago, acompañado de un trueno, iluminó la habitación de manera impresionante: sobre los tejados situados delante de la ventana estaba cayendo la nieve. Ante tan extraordinario fenómeno de la naturaleza, que me turbó profundamente, Beethoven abrió los ojos de par en par, levantó la mano derecha con el puño cerrado y, con aire fiero y amenazador, estuvo unos segundos con los ojos clavados en el vacío que se abría ante ellos. Al dejar caer nuevamente la mano sobre la cama, tenía los ojos entrecerrados. Le levante entonces la cabeza con la mano derecha y puse la izquierda sobre su pecho: había dejado de respirar y su corazón se había detenido». Los funerales se celebraron dos días después y, según testimonio de Zmeskall, asistieron a ellos entre veinte mil y treinta mil personas. La oración fúnebre había sido escrita por su amigo el poeta Grillparzer y pronunciada en el cementerio de Währing por el actor Heinrich Anschütz. La frase final decía: «El que venga después de él no seguirá, deberá empezar de nuevo, puesto que este precursor ha terminado su obra donde están los límites del arte».
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Ludwig van Beethonven murió el 26 de marzo de 1827. Sobre estas líneas el cortejo funebre al abandonar la casa del músico, según la acuarela de Franz Stöber. |
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